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Paraiso primera parte de Simon Romano Paraiso segunda parte de Simon Romano
Paraiso tercera parte de Simon Romano

SIMON ROMANO. LA INOCENCIA DE LAS BESTIAS


En el Paraíso los insectos son paisajes de cielos luminosos que Dios ordena en colecciones interminables. Los lagartos trenzan con sus cuerpos mandalas, oraciones geométricas que aspiran a hablar con su creador. Las historias se cruzan entre colores planos de vivos colores donde un hombre, con bombín, intenta vendernos biblias o manos- tenazas dibujan desnudos en la falda de una mujer. Todo es posible en el Paraíso mientras el verde limón y el rojo cereza triunfen sobre las formas.

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 LA PRUEBA

Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?

S. T. Coleridge (1772-1834).



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EL CUARTO CIELO

En el cuarto Cielo los muertos imaginan que son felices entre su familia y amigos. Cumplen allí los planes
que en vida no pudieron cumplir; poseen cuanto anhelaron y les fue negado; pero las personas que ven, los objetos que poseen y los actos que se ejecutan son ilusorios, aunque tal vez no menos que los que integran nuestra vida.

Ursula Vulpius, Trost für die Mittelklassen (Baden-Baden, 1908).


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LOS LÍMITES DEL EDÉN

El paraíso terrenal abarca necesariamente toda la tierra. De lo contrario, la tierra no hubiera sido maldecida, ya que, restringiendo el Jardín del Deleite a un lugar determinado, todo, más allá de los límites de ese lugar, sería lo que vemos, y, por consiguiente, no hubiera requerido maldición. Adán, antes de la caída, vivía en un estado inimaginable, análogo, parece, al de Nuestro Señor en su Humanidad gloriosa, después de la Resurrección: luminosidad, agilidad, sutileza, ubicuidad, etc., pues la materia no era un obstáculo. Adán, antes de la caída, era como un carbón incandescente. Bruscamente apagado, perdió su calor y su luz y quedó frío y negro.

León Bloy, Le mendiant ingrat, II (1898).



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PARAISO

Paraíso: no existe palabra cuya acepción se aleje más de su etimología. Es bastante sabido que originalmente significaba un lugar con plantaciones de árboles frutales; luego se dio este nombre a jardines con árboles de sombra. Así fueron en la antigüedad los jardines de Saana hacia el Edén, en la Arabia Feliz, ya conocidos en tiempos muy anteriores a la invasión de una parte de Palestina por las hordas hebreas.
Entre los judíos, esta palabra Paraíso sólo aparece en el Génesis. Algunos escritores canónicos hablan de jardines; ninguno dice una palabra del jardín llamado paraíso terrestre. ¿Cómo es posible que ningún escritor judío, ningún profeta judío, ningún cántico judío, se refiera a este paraíso terrestre del que siempre hablamos? Esto es casi incomprensible, y ha hecho pensar a algunos sabios audaces que el Génesis fue escrito mucho después.
Jamás los judíos confundieron este vergel, esta plantación, este jardín de yerbas o de flores con el cielo.
San Lucas es la primera autoridad que designa el cielo con la palabra paraíso, cuando Jesucristo dice al buen ladrón: Hoy estarás conmigo en el Paraíso39.
Los antiguos llamaron cielo a las nubes: este nombre no era conveniente, ya que los vapores de las nubes tocan la tierra, y que el cielo es una palabra vaga que designa el espacio inmenso donde giran los innumerables soles, planetas y cometas; y esto en modo alguno se parece a un vergel.
Santo Tomás dice que hay tres paraísos: el terrestre, el celeste y el espiritual. No entiendo bien en qué distingue el espiritual del celeste. El vergel espiritual es, según él, la visión beatífica. Pero ésta, precisamente, constituye el paraíso celeste, o sea el goce de Dios. No me atrevo a discutir al ángel de las escuelas. Digo solamente: Feliz quien se encuentre en uno de esos tres paraísos.
Algunos sabios curiosos han creído que el jardín de las Hespérides, cuidado por un dragón, era una imitación del jardín del Edén, cuidado por un buey alado o por un querubín. Sabios aún más temerarios han insinuado que el buey era una mala imitación del dragón y que los judíos fueron siempre inhábiles plagiarios: es blasfemar, y la noción es insostenible.
¿Por qué se ha dado el nombre de paraíso a los patios cuadrados que hay delante de una iglesia?
¿Por qué se ha llamado paraíso a la tercera hilera de palcos en la comedia y en la ópera? ¿Es porque estas localidades, las menos costosas, parecen destinadas a los pobres; y porque se afirma que en el otro paraíso hay muchos más pobres que ricos? ¿O es porque esas localidades, por ser muy altas, han merecido un nombre que significa también cielo? Sin embargo hay alguna diferencia entre subir al cielo y subir a la tercera fila de palcos.
¿Qué pensaría un extranjero que al llegar a París oyera a un parisiense: Vamos al paraíso a ver a Pourceaugnac?
¡Cuántas incongruencias, cuántos equívocos en los idiomas! Anuncian la debilidad humana.
Ved el artículo Paraíso en el gran diccionario enciclopédico; indudablemente es mejor que éste.
El Paraíso para los bienhechores, repetía siempre el padre Saint-Pierre.

Voltaire, Dictionnaire Philosophique (1764).


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EXTENSIONES

¿No nos permitirá la simple fe entrar un día en el Paraíso? ¿Pero de dónde llegan las flores, las mariposas y los pájaros que hay en el jardín? Yo creo que del mismo lugar de donde llegan los hombres. La muerte no sólo eleva al hombre a un plano superior: eleva también a toda la interdependiente cadena de seres vivos.
Me parece una absurda interpretación de la doctrina de la inmortalidad aquella que la restringe al hombre o, aun, a ciertos hombres intelectual o moralmente desarrollados. En esta cuestión los pueblos más primitivos dan la mejor respuesta. El habitante de Laponia sabe que hallará a su reno en el otro mundo, y el samoyedo a su perro.

Gustav Theodor Fechner, Zend Avesta (1851).


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CIELO CONCRETO

Y en retribución de su paciencia les dará Dios el jardín, y vestidos de seda.
Se recostarán en él sobre las camas matrimoniales, no verán el sol, ni la luna.
Los árboles los convidarán con su sombra, y les ofrecerán sus frutos en abundancia.
Les servirán con vasos de plata, y tazas sin asa, que serán como las copas de vidrio.
En copas de vidrio guarnecido de plata les servirán a medida de su deseo;
Y beberán del cáliz del vino mezclado con el agua de Zangebil;
Fuente del Paraíso, que se llama Salsabil.
Correrán alrededor, cerca de ellos, los mozos, que siempre estarán en la flor de su edad: cuando los veas, te parecerán perlas.
¡Ah! cuando esto veas conocerás la región de las delicias.
¡Un Reino grande! Ellos serán revestidos de seda verde muy sutil, y fuerte, y adornados de brazaletes de plata. Su Señor les dará las bebidas más puras.
Todo esto se os dará en recompensa y vuestros cuidados serán agradecidos.

El Corán, sura LXXVI: El hombre.



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UN FALSO CIELO DONDE TODO PARECE PERDIDO

Un mono de piedra, el cerdo pecador, el delfín del desierto y el caballo que antes era dragón atravesaron una colina y vieron un templo, en cuyo pórtico estaba escrito Lui Yin Sze (Templo del Trueno), que según el caballo era la morada de un venerado santo budista. `Kwan-yin habita en el Océano del Sur, Pu Hien, en la montaña de Omei, Wen Shu Pusa en Wutai; no sé quién vive aquí. Entremos.» Pero el mono dijo: «No se llama el Templo del Trueno, sino el Pequeño Templo del Trueno. Entiendo que más vale no entrar.» Pero el caballo insistió. El mono dijo: «Está bien, pero después no me eches la culpa.»
Entraron. Vieron la imagen de Julai, con ochocientos ángeles, además de los cuatro Querubines, ocho
Boddhisatvas y de innumerables discípulos. Estas imágenes llenaron de reverencia al caballo, al cerdo y al delfín, que se arrodillaron para venerarlas; pero el mono seguía indiferente. Entonces una fuerte voz exclamó: «¿Por qué el mono no venera al Buddah?» El mono empuñó su clava de hierro y gritó: «Impostor, ¿cómo te atreves a pretender que eres el Buddah?» Al decir esto, se encontró encerrado en una esfera de metal, mientras el caballo era conducido a una de las piezas contiguas. El mono temió que el caballo sufriera daño. Empleó sus artes mágicas para agrandarse, pero la esfera de metal se agrandó también; se redujo entonces el volumen de una semilla de mostaza, para huir por un agujerito; pero la esfera de metal se achicó. El mono llamó en su auxilio a los espíritus de los cuatro puntos cardinales. Acudieron, pero ninguno pudo mover o dar vuelta la esfera. Buscaron auxilio en el cielo, y los ángeles de las veintiocho
Constelaciones recibieron orden de intervenir. Estos, con infinito trabajo horadaron un agujerito minúsculo, por donde el mono pudo evadirse. Así, los cuatro amigos se evadieron del fingido cielo.

Ch'iu Ch'ang Ch'un, A mission to heaven, translated by Timothy Richard (Shanghai, 1940).