SIMON ROMANO

Las pinturas ebrias de color de Simón Romano proclaman la alegría de vivir y la epifanía de un Demiurgo festivo. Son los dioses humanizados de la Grecia clásica tan lejos del patético crucificado del altar cristiano. En el nítido mundo de Romano las cosas tienen los precisos contornos y los hermosos fulgores de las cosas recién nacidas. O ¿quizá es que el espíritu optimista de estas pinturas nos haga retraernos a la edad de oro de la infancia?
La infancia es el territorio del arte, es la mirada inocente del niño que indaga los misterios de la realidad con su inquieta curiosidad y su forma natural de relacionarse con el mundo. Los niños tejen redes y elaboran complejas mitologías con el entorno. Es la forma de pensamiento que está en el origen del hombre, el tiempo no existe o es una forma de la eternidad. La magia nutre nuestra imaginación convirtiendo lo cotidiano en el reino de lo maravilloso. La infancia es un mundo a salvo del tiempo, inmune a la muerte.

                                                         
DATOS BIOGRÁFICOS

Simón Romano nació en La Línea (Algeciras) en el año 1968, el año del Mayo francés y del Sargent Peepers de los Beatles, como le gusta recordar. Sus padres mueren en el incendio de un teatro en Lisboa donde se representaba “El sueño de una noche de verano”. Horacio se salva milagrosamente al salir a comprar una bolsa de chucherías. Contaba 8 años de edad. El huérfano se traslada a Tarifa donde su abuela materna regenta un pequeño hotel junto a la playa. Comienza su carrera artística decorando tablas de surf. Estudia arte en Roma donde adopta el seudónimo de Simón Romano. Allí vive 7 años y contrae matrimonio con la hija de un próspero hombre de negocios nigeriano. Vive en Tánger, fuma en pipa y tiene tres hijos.